Ilustración de Miguel Jiménez |
Él encontró un yacimiento del que sacar hasta la última veta de
amor y de dolor. Para sí mismo lo primero, para ella lo segundo. Toda la vida hizo
por deslumbrarla, empujándola con ello a un laberinto amurallado donde no encontrara
salida, tabla de salvación, ni asidero. Ella se lamentaba de no haber podido
estudiar cuando tuvo tiempo y así expresarse como hacía él cuando,
ocasionalmente, la llevaba a alguna cena de trabajo. Si alguna vez intervenía,
se perdía en una maraña, en otro laberinto de eses, “ados”, “idos” y de
palabras postizas y adoptadas sin cariño. Y terminaba siempre desmigando el
pan, convirtiéndolo, con mucho empeño, en trocitos muy chiquititos y ridículos.
Y no es que diera por bueno lo de ser lerda como a veces él
insinuaba. Una tonta no habría sido capaz de dar carrera a tres hijos, tener
casa, apartamento en la costa, algunos ahorrillos y todo, administrando un
sueldo miserable de simple administrativo. Un día se apagó la luz cegadora y descubrió
que los muros no eran tan altos. Entonces, diccionario en mano, le escribió unas
letras: Extracción extinta. Corazón minado. Mina cerrada. Y con ella lo abandonó.
Él nunca llegó a entender la nota.
Este micro fue uno de los RELATOS MENCIONADOS en la convocatoria de junio en el concurso de Esta Noche Te Cuento. El tema de ese mes era "En el laberinto".
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¡Buf! un bofetón de dignidad reencontrada en toda regla.
ResponderEliminarEs el papel de muchas mujeres cuyos maridos se creen los reyes del mambo porque "traen dinero a casa" pero hay que ser muy sabia y poco lerda para saber administrar ese dinero y hacer que llegue a todo los rincones necesarios de la familia y el hogar.
Gracias por ese homenaje a tantas y tantas mujeres ,entre las que me incluyo,que son las autenticas administradoras de dinero y de vida digna en este país.
Besos de gofio.