sábado, 22 de abril de 2017

ACRÓSTICO

Imagen de la red
Lo oí en algún sitio y fue un chispazo detrás de mi frente: acróstico. Enseguida comencé a imaginarme a uno de ellos, con sus patas y sus pétalos y sus gafitas de leer. Luego, continué con acrósticos de todos los colores, redondos, acabados en punta, en penacho. Rugosos. Altos como farolas, con olor a limón y tarde de otoño. Chiquitines, pegados a las esquinas, perplejos, mirando a la gente pasar. Corriendo por una pradera, perseguidos por leones o guepardos. Los vi en el fondo de los océanos, meciéndose con estrellas y caballitos de mar. Los sentía en las axilas, entre los dedos de los pies, bajándome por la rabadilla. Acrósticos, acrósticos por todas partes. Cascadas, caminos, borbotones de acrósticos montándose entre sí. Blusas estampadas de acrósticos. Abandonados en los escritorios antiguos, entre la pelusilla de los cajones, con las chinchetas y las grapas oxidadas. Si te fijabas, un acróstico podía estar brillando tímido junto a Venus. O en los teclados, donde los asteriscos, los guiones y las comillas. Acrósticos. Ideaba cabellos hermosamente peinados con acrósticos y tirabuzones. Los visualizaba en los escaparates de las pastelerías, junto a los suizos y las medias lunas. O a veces se quedaba uno de ellos iluminando en naranja, rezagado, al atardecer. Acróstico. Entrando por las ventanas de los matrimonios que ya no se quieren. Lo notaba crujir en mi boca, acróstico, para salir luego ya sin cáscara por los labios. Miraba el color acróstico de sus ojos, te amé acrósticamente y sin tapujos, me dispuse a una vida acróstica y desmedida.
Un día encontré un libro titulado “Los acrósticos más hermosos”, lo cogí. Toqué la tapa, como si leyera siendo ciego, y estuve a punto de abrirlo. Pero no. Qué iba a ganar con ello. Peor aún, qué iba a perder.

Relato con el  que participo también en #historiasdelibros de ZENDA.

sábado, 15 de abril de 2017

Niña de plata

Foto casera
El día que la luna entre por tu ventana como si fuera una ola, suponiendo que la sigas dejando abierta aunque no sea verano, tal vez levantes en ese instante la vista de lo que intentas leer, para mirarte en esa otra luna, la de tu armario, eterna orilla a la que llegas buscando, cada vez más a menudo, a aquella niña que soñaba con ser de plata. Y quizá, no digo que no te espante tanto ímpetu y tanta quietud a la vez; o que no intentes saltar cuanto te cojan en medio de sus vaivenes, que no digo eso, que no; sino que, seguramente sin pretenderlo, en un descuido, te abandones, dejes el libro abierto y te vayas con la resaca, convertida de una vez por todas en la sirena que siempre quisiste ser. Entonces, nosotros, desde la orilla negra, lloraremos tu partida.

Relato con el que participo en #historiasdelibros de ZENDA. Participa, aún estás a tiempo.

sábado, 8 de abril de 2017

VISITACIÓN


Visitación parió nueve hijos, pero uno se le murió en la cuna; de muerte repentina, dice ella. Hoy todos tienen oficio y alguno, hasta carrera. Viuda al poco de nacer el último, contó siempre con la ayuda de su madre, a la que ella después cuidaría hasta apagarse del todo. También tiene catorce nietos y muchos sobrinos. De toda su familia habla con tanto orgullo Visitación, que a quien la escucha le nace una uva amarga en la garganta. A mí me ocurre algunos domingos. Cuando asisto como voluntaria a dar conversación y cariño a aquellos que nunca reciben visitas.´

Hace unas semanas participé en WONDERLAND con este micro, después de un año sin hacerlo. Y resultó finalista junto a otros de Asier Susaeta, Esperanza Tirado, Iñaki Goitia, Luis San José y Rafa Olivares. Ilusión tremenda. El ganador volvió a resultar el de Lola Sanabria, tan grande, ella. 
Sabe Dios cuándo pueda de nuevo participar...