Según la madre, la última vez que vio a la niña eran las siete
de la tarde, hora en la que la envió a buscar los huevos del corral y ya no
volvió. Desesperada lloraba maldiciéndose una y otra vez.
Los llamados a concejo guardaban silencio en torno a ella. Tras
cada bocanada de palabras de la desdichada, había un ligero corrimiento de
miradas y suspiros entre los asistentes. Las vecinas la iban abrazando,
lloraban con ella y le hacían caricias por turnos. Alguien le trajo un poco de
caldo caliente del que bebía cuando le apremiaban a hacerlo.
Cuando pareció más calmada, el regidor se puso en pie, carraspeó
y propuso que, como era tarde y la noche estaba oscura, mejor iniciar la
búsqueda por la mañana. Todo el mundo estuvo de acuerdo. En eso y en que
Honorada, que también era viuda, se quedara a pasar la noche con ella. Así, después
de que, uno a uno, le fueran dejando cerca alguna palabra de consuelo, se
retiraron.
Siempre era parecido tras ser convocados a campana tañida por
este motivo.
Casi idéntica escena desde aquella primera vez, cuatro años atrás, en la
que la niña realmente desapareció.
Relato con el que participé en el III Concurso de Microrrelatos Leonardo Barriada. Certamen organizado por la Asociación Félix de Martino de Soto de Sajambre (León), y en el que el tema de este año era EL CONCEJO. Entre los finalistas hubo unos cuantos amigos con muy buenas propuestas.
me ha sorprendido el final. Era una buena propuesta el tuyo. A la próxima tendremos más suerte.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Una de realismo mágico para un pueblito de León. Me gustó.
ResponderEliminarFelicidades