Imagen del certamen |
Conocí a mi mujer durante el primer confinamiento. No es que un día nos encontráramos comprando lejía, no, ya estábamos casados. Pero apenas sabía de ella. Ni ella de mí. No hablábamos. Recordaba que de solteros nos volvía locos Supertramp. Y las chufas de la feria. Poco más. Hoy nada se sabe de los primeros, ni encuentras chufas en los puestos. De hecho, ya nunca vamos a la feria. Ahora, con razón pandémica añadida, a la feria ni a ningún sitio.
Después de tres semanas compartiendo sofá, hartos de coincidir por el piso, de oírnos respirar callados, comenzamos a comunicarnos. Un día le solté lo guapa que estaba cuando recién se lavaba el pelo. Ella me dijo que la barba así, dejada, me daba un aire entre intelectual e indómito.
Y ahora, que ven probable otro confinamiento, se me acelera
el corazón imaginando verla salir de la ducha.
A este relato el jurado le otorgó una mención especial, junto a otros dos, en el XIII Concurso de Microrrelatos SOL CULTURAL.
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