Desde que tengo memoria no he hecho otra cosa que
racionarla. Por ejemplo, cuando, de pequeño, mi madre me enviaba a comprar
varias cosas, sólo retenía la mitad, para la otra mitad iba otro día. Al fin y
al cabo, hay más días que memoria, pensaba. En la escuela también guardé la
mitad de los ríos, de las comarcas, de todo. Así sólo recuerdo la mitad de mi
vida, bueno la mitad y un olvido.
Lo cierto es que nunca me fue mal con esta costumbre hasta el día que comprendí
que había olvidado decirle lo mucho que la quería, que ya era tarde para
disfrutar de ella, para mirarla moverse por casa, para verme en sus ojos cuando
me hablaba, sentirla cerca, oler y respirar esa esencia que sólo poseen las
madres. Un día te acuestas, o te levantas, y ya no está su olor. Lo que tú
creías inamovible, porque jamás a ella la relacionaste con la duración de la
vida, ya no está, y sólo te queda su recuerdo; su recuerdo y tu olvido. El
único del que me arrepiento. Del resto no, todo lo demás que fui dejando en la
cuneta, me ha dejado espacio suficiente para seguir recordando, ahora hasta
derrochar, este olvido, el más doloroso de mi vida.
Después de un agosto seco, pero dicharachero, vuelvo con este relato que quedó finalista la primera vez que me presenté al Concurs de Literatura Ràpida. Microcontes del Ajuntament de Sabadell, en el 2006. Tenías noventa minutos para escribir sobre un tema que ellos te daban. En total fueron seis años consecutivos participando y siendo finalista, hasta el año 2011, en el que gané el primer premio con Puentes, publicado ya en su día. Luego, dejé de hacerlo.
Por mí, te hubiera dado el primer puesto.
ResponderEliminarMe ha encantado, eres muy sensible y lo haces de forma sencilla.
No dejes de participar en esos concursos porque seguro que te van a hacer feliz.
Un abrazo, desde mi Librillo.
Muy triste y hermoso lo que has escrito, Miguelángel. Por si no fuera ficción, decirte que las madres no necesitan que se lo digas, ellas lo saben.
ResponderEliminarEl que ganó ese año, era muy, muy bueno, Rosario.
EliminarGracias, Sr. Ximens, yo también lo pienso de las de los demás...
Un abrazo y un beso (que Ximens no quiere abrazos)
¡Joder, tío,que me creí que era una vivencia! Ternura a raudales.
ResponderEliminarAbrazos con recordatoria.
Me has hecho emocionar, Miguelángel. Es que leí luego la letra pequeña. Me sucedió lo que a Lola, lo creí vivencial. Y ahora, leído todo, me sucede como a Rosario: te hubiera dado el primer premio.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu visita a mi bitácora, un fuerte abrazo
Bueno, cuando escribimos, y nadie mejor que tú sabe de eso, tiramos de lo que tenemos en las tripas y en el pecho...
EliminarPues fijate, Patricia, si juntas lo que le digo a una y a otra, tienes tu respuesta completita. Y un abrazo, eso sí, por estrenar.
Lola, otro para ti.
Pues menos mal que no te dieron más tiempo para seguir contando que si no a más de uno jamás se le olvidaría las lágrimas derramandas por tu olvido.
ResponderEliminarBonito homenaje letrado.
Besos de helado de gofio.
Y no se te olvidó en veinte minutos la delicadeza de las palabras que usas...Me parece un magnifico relato, lo guardaré en mi memoria de madre.
ResponderEliminarBesicos, amigo
Creo que eso, precisamente es lo que convenció al jurado. Porque los había muy buenos, y primer sorprendido fui yo, Gloria.
EliminarSí, cuárdalo, Carmencica, pues casi todos los hijos funcionamos parecido.
Dos besos (hoy toca en la frente)
Duele ese olvido. Como duele Miguelángel...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Estoy impresionada Miguel Angel. En primer lugar, por ese olvido que marca el ritmo de un texto muy íntimo. ¿Era el tema los olvidos, o la memoria?. En segundo lugar porque pensé que era en cierta forma autobiográfico y no ficción, aunque hace tiempo leí que todos nuestros textos llevan una parte de nuestras vivencias, enmascaradas o no. El tuyo me ha emocionado. :) En tercer lugar ...¡porque es un texto del 2006!, lo cual quiere decir que llevas en estas historias desde hace siete años ¡por lo menos! ... jó qué de tiempo y qué envidia, chico.
ResponderEliminarPasaré a leer "Puentes" ahora porque creo que no lo recuerdo, será que forma parte de una parte de mis olvidos. Un abrazo de verano amigo y felices días de este mes de Agosto con tanta luz.
Sí, Rosa. Imagino que sabes de qué habla el texto...
EliminarLaura, el tema genérico, si no recuerdo mal, era la memoria. Luego llegabas allí y te daban uno más especifico, para que no lo pudieras llevar preparado. Y sí, en el 2006, yo ya conocía a la Sanabria, que es la que, sin ella conocerme, me impulsó en cierta manera a escribir. Y lo hacía muy esporádicamente.
Abrazos para las dos
Precioso y muy conmovedor. Muchas gracias.
ResponderEliminarEsta es una pieza que se hunde en el corazón del lector no sólo por su calidad literaria, Miguelángel, sino porque asienta su calado en ese sentimiento que tenemos todos de no haber dicho cuánto queríamos a tiempo.
ResponderEliminarNo puede sorprender que haya quedado finalista, así como no puede dejar de sorprender que seas capaz de parir esto en menos de noventa minutos.
Un abrazo,
Gracias, Unknown. Sé quién eres y me encanta que me visites. Si no lo sabías, te lo digo. Un abrazo.
EliminarRealmente, era lo divertido, era como un juego de vértigo. Siempre he animado a los que conozco a que se presente, porque es una experiencia que te llena de adrenalina un sábado por la mañana. Jo, y gracias por lo de calidad, Pedro. Un abrazo.
Definitivamente eres una máquina ¡¡en noventa minutos!! es de los textos que llegan, pellizcan en la boca del estómago y se quedan en la mitad que se recuerda.
ResponderEliminarEmocionante, tierno, de esos relatos que dejan huella, éste no lo olvido. Mira que yo también soy de olvidos, más bien de despistes pero tu texto escrito en sólo 90 minutos es para no olvidarlo jamás.
ResponderEliminarUna pena que dejases de participar, creo que se te da de maravilla y fue un ejercicio que seguro te dirvió. Me alegra lo que nos cuentas, al final recibiste tu premio, conseguiste ganar. Voy a leer ese Puentes, no me lo perdería por nada del mundo.
Abrazos todavía emocionados por lo leído.
En noventa minutos, se pueden hacer maravillas (hablo de escritura, claro). Yo allí en las diferentes ediciones, he escuchado, porque luego lo tienes que exponer, auténticas joyas, Esperanza.
EliminarPasó, Yashira, que fueron cuatro años finalista, la gente ya me miraba mal y dije: tranquilos, cuando gane, me retiro. Y lo cumplí.
Dos abrazos, Esperanza, Yashira.
Recuerdo cuando, de pequeña, mi hija, desde la cama, me preguntaba ¿Mamá, tú no te morirás nunca, verdad? Después de leer tu relato, me he vuelto hacia ella y le he preguntado si lo recordaba y, no, lo había olvidado. No sé si he hecho bien al traérselo a la memoria, espero que también olvide la mitad de las cosas y que, esta, de nuevo, sea una de ellas.
ResponderEliminarGracias por el instante que he vivido tras la lectura.
Por cierto, desde la Microquedada he tardado muchísimo en llegar a tu blog, pero más vale tarde que nunca, ¿no?
ResponderEliminarPero lo que no se debe de olvidar, es de recordar decirte, o demostrarte, lo mucho que te quiere, Ana. Y si es cada día, mejor. Para las dos.
EliminarClaro, más vale tarde. Además, como no tenemos prisa, tenemos todo el tiempo por delante para visitarnos, para no, para vernos, para escribirnos...
Un abrazo, Ana. Muchas gracias por tu visita.
Míguel, como siempre, me has vuelto a hacer llorar...realmente precioso. No importa que mis hijos no me digan que me quieren, a veces cuesta, pero yo lo sé...
ResponderEliminarNo sé si este no lo habías visto ya. Pero, además, es que eres una llorona, amiga. Lo somos, yo también. Y con la edad se acrecienta, verdad?
EliminarNo estaría demás que te lo dijeran, aunque fuera una vez al mes.
Un peazo abrazo, peazo amiga.