Foto de la convocatoria |
Cuando era pequeño desaparecía. Todos creemos hacerlo al
taparnos los ojos de niños. Y yo me iba cuando algo no me gustaba. En casa, las
primeras veces les hizo mucha gracia y todos participaron en mi búsqueda. Yo los
veía a través de mis dedos, mirando tras el sofá, bajo la mesa, entre las
cortinas. Y acababa apareciendo cuando menos lo esperaban ante la tele, subido
al sofá, en la ducha. Pero un día comenzaron a reñirme por ello. Y es que,
había aprendido a hacerlo de verdad y se
llevaban, pobrecillos, unos sustos tremendos cuando volvían a verme de sopetón.
Hace unos cuantos viernes, participé en Los Viernes Creativos de Fernando Vicente. Esto es el resultado de haber arreglado aquello que presenté en su día, y que había escrito en unos minutos. Ya avisé que cuando lo colgará en el blog, lo barnizaría.
Este relato es un vehículo que traslada al lector a su infancia, y de qué manera.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro, porque volver a la niñez aunque sea un segundo es un regalo. Y si lo logrado contigo, pues eso, que me llena de satisfacción (esta palabra me traslada a mí al discurso real navideño...).
EliminarUn abrazo, Yolanda.
La invisibilidad, ese don que adquirimos cuando nos hacemos padres (o mayores).
ResponderEliminarAbrazotes de Houdini
Que adquirimos o perdemos? O quizá te refieres a que nos volvemos invisibles para nuestros hijos? Entonces, en la medida que ellos aprenden a desaparecer tapándose los ojos, no hacen desaparecer a nosotros simplemente dejándonos de mirar, ¿es así?
EliminarUn abrazo, mientras vuelves, Manuel.
A veces yo también quisiera desaparecer...
ResponderEliminarSigo jugando a desaparecer con mi sobrina. Espero que una de las dos aprendamos a hacerlo de verdad, pero sólo cuando nos apetezca.
Besos desde el aire
Todos queremos desaparecer en algún momento del día, Rosa. Qué gracia, jugando a desaparecer. Ahora, en el momento que a tu sobrina le salga, a ti te da un paro. A mí me lo daría.
EliminarAbrazos. Para ti y para tu sobri.
Me encanta, Miguelángel!!! Me toca mucho la sencillez, y con ello belleza, de tu relato... Me devuelve la esperanza de que se puede conseguir (el desaparecer, digo!) Mil gracias!!! ;-)
ResponderEliminarGracias por tu visita, MO. Y por compartir. S
EliminarSí, yo creo que no hay que perder la esperanza. Si uno se pone, estoy seguro de que lo consigue. Ahora, a dónde va uno al hacerlo, eso sí que no lo sé.
Un besazo, MO.
Lo vi en el viernes creativo. Cuanto daríamos por ser invisibles en algunas ocasiones. Y lo malo es que a la mayoría de nosotros nos riñeron simplemente cuando seguíamos jugando después de haber crecido... Besos
ResponderEliminarSí, quién no ha soñado con ser invisible. Que bien pensado, no es lo mismo que desaparecer. Puestos a elegir, prefiero lo segundo.
EliminarTú también participaste, verdad, Puri?
Gracias por pasar y comentar, guapísima. Un abrazo gordo.
No llegué a leer la vesión original, Miguelángel, así que sólo puedo decir que esta me gusta mucho. Juegas, muy bien, con ese deseo infantil que -estoy convencido- perdura en los adultos, agazapado tras la vergüenza de reconocerlo.
ResponderEliminarBuen trabajo.
Un abrazo,
La otra era muy parecida, pero le faltaba pulir e intensificar la idea de que era cierto lo de desaparecer. Es que lo escribí en cinco minutos y lo envié. Y lo sabía, que pasado el momento, acabaría arreglándolo. Y me alegro que te guste, Pedro.
EliminarUn abrazo,
Me has recordado ese juego que quién no ha practicado, de niños o de mayores, con los niños: está, ya no está, está...
ResponderEliminarTan sencillo y tan divertido, ¡Qué bien lo cuentas!
Lo de hacerse invisible, eso ya es otra cosa, mago de la palabras.
Un montón de besicos, amigo
Ese es el juego, el de que al taparse los ojos, creen que ya no están. Ya mismo juega tu nieta a eso, jejejeje.
EliminarUn besazo para ti y uno chiquito para ella.
Que forma de describir la infancia, no con grandes adjetivos ni nostalgias, sino con una simple forma anécdota. Muy lindo relato.
ResponderEliminarGracias, Lucas, viniendo de un talentazo como el tuyo, me halagan de forma enorme tus palabras,
EliminarGracias por venir y encima comentar.
Un abrazo
Jo MIguelángel, y yo que pensaba desde el principio que pasaba de verdad, y que el único que creía que no era el protagonista... Muchas veces me pasa que mi cabeza corre más deprisa de lo que leo. Demasiado micro leído, supongo, que quiero ir más allá de lo que nos narra el autor. En todo caso un microrrelato que me ha encantado por el ritmo y la ternura de la escena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues no estaría tampoco más tu lectura. Ese niño que no sabe que desaparece de verdad... Me lo quedo para otra ocasión, company.
EliminarAbrazo simbombero.
No me extraña que te riñeran, se pasa un mal rato cuando desaparece un ser querido (aunque solo sea un momento)
ResponderEliminarMe ha encantado!
Besos.
Ya, qué nos vamos a contar tú y yo de desapariciones, Lola...
EliminarUn abrazo grande, pequeña.
Antes podíamos hacer eso, ahora todo es menos sencillo y ya no sirve mirar por las rendijas de los dedos...
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