En ocasiones huelo a
sangre cuando suspiro. Y aún siento la metralla en la carne, sobre todo los
días húmedos. Muchas veces veo sin
quererlo sobre el asfalto los muertos ocultados tras los olivos, los tirados entre
las matas de algodón. O me viene a la boca un regusto a bilis, herrumbre y
lágrima, que es el mismo sabor del hambre sin horizonte. Algunas noches, si no
me duermo, con los ojos cerrados en el
silencio puedo oír los pasos que acechan subiendo por la escalera, aunque ahora
vivo en una planta baja. Lo sé, es la memoria de los sentidos, la que no sabe
de leyes, que viene a rescatarme cuando me falla la mía o me traiciona la de
los demás.
Relato con el que participo en Vendaval de Microrrelatos 2013. Ha sido mi segundo año. En esta ocasión los organizadores han sido Pablo Garcinuño, Anita Dinamita, Fernando Vicente y Acuática. Pinchando en el enlace, se explica perfectamente en qué consiste este Vendaval literario que ha traído y llevado historias que perdurarán ya de por vida.
Angustiosa aportación Miguelángel, aunque, como siempre, buenísima, qué pena que sea esa la memoria que acude a resacatarle, en lugar de otra llena de hermosos recuerdos de días alegres.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yashira, a veces no hay memoria de días alegres.
EliminarMiguel Ángel, hilvanado con pespuntes fuertes y dominado por la belleza de lo trágico.
Besos felices
Por desgracia, que no es mi caso, hay personas en las que los malos recuerdos no es que acudan, es que nunca se les van, Yashira.
EliminarEfectivamente, Mei, eso le decía, quizá los alegres se diluyen entre barbaridades.
Dos abrazos.
Don Flores, los recuerdos pueden matar y la falta de ellos también, por lo que quedarse entre medias es la solución. También no tener nada con lo que arrepentirse.
ResponderEliminarBuen soplo.
Un abrazo, Don.
Te dejo aquí el comentario que te dejé allí:
ResponderEliminarQué bien lo cuentas. Me llama la atención ese rescate de la memoria como algo positivo, aunque signifique recordar aquello que por su crueldad se quiera olvidar. Es paradójico pero es así de verdad.
Un abrazo, Miguelángel.
Pero esta claro, Don, que hay cosas que no se pueden olvidar, o de deberían.
EliminarSí, Sara, es bueno no olvidar. No dejar que te amargue el presente, pero no borrarlo nunca.
Abrazo y abrazo.
Me ha encantado el final,es como si agradecieras, lo que a priori podría parecer desagradable, pero no, lo agradeces porque es la memoria tuya y de tus antepasados, eso que nos hace ser como somos y hasta entendernos,no precisamente con el intelecto. Enhorabuena. Y gracias.
ResponderEliminarSandra.
EliminarAsí es, Sandra (qué bien saber ya quién eres). Un profe mío decía: no te olvides nunca de quién eres ni de dónde vienes. Otro decía siempre: O bajáis la voz o os pongo un control. Pero esto no viene a cuento.
EliminarUn abrazo con besos, guapa.
una memoria con todos los sentidos, dramática y trágica. Hay cosas que no se olvidan nunca. Buen soplo con regusto amargo.
ResponderEliminarBesos
Qué bueno que lo resaltes, lo de los sentidos. Fíjate que hasta yo mismo con el tiempo había olvidado este detalle. Todo y que en su día lo titulé "La memoria de los sentidos", pero me parecía muy obvio y lo cambié.
EliminarUn abrazo, brujilla
La memoria debe ser apaciguada, reconfortada y reconocida y hay muchas memorias en este país que viven aún, despues de tanto tiempo, en una incertidumbre que cabalga a lomos de la desidia de los que todos conocemos.
ResponderEliminarBuena memoria Sr. Flores.
Besos desmemoriados.
Sabes, Gloria, es que yo tuve alguien en casa que, por desgracia para él, por suerte para el resto, nunca, nunca olvidó.
EliminarBesos con memoria.