Mi madre está poseída por un espíritu, el de la Navidad. Yo sé que no está loca, es el espíritu que se le ha metido dentro. Él la obliga a hacer cosas que son de diciembre.
En esta casa vivimos una navidad perpetua, gritó mi padre. Perpetua quiere decir para siempre. Y no exageraba. Él se ha ido. Y también es perpetuo. Tenemos un árbol con adornos, que vamos podando para que quepa en el salón. Cantamos villancicos antiguos y cada día comemos turrón y mantecados. Antes mamá se empeñaba en que fuera con mis hermanos a pedir el aguinaldo, pero la gente ya se reía al llegar la primavera. Ahora ya no lo hacemos. Estamos en navidad siempre, pero con la puerta cerrada, nadie lo sabe. O casi nadie, porque hay días que vamos con ella y desea felices fiestas a todo el mundo. Aunque estemos en la playa. Y la gente nos mira. Mi madre no se da cuenta porque está poseída. Por lo visto, si estás poseída no te das cuenta si te miran mucho y hablan bajito de ti. La asistenta social la quiere llevar a una curandera para que le saque el espíritu de dentro, pero a mí me da mucha penita que la dejen sin ilusión. Y a nosotros, sin sus villancicos. Si lo pienso, me da por llorar. No sé, a lo mejor es que el espíritu ya me ha poseído a mí también.
Con este relatillo he participado en La otra Navidad, un concurso de La Esfera Cultural (www.programalaesfera.blogspot.com), a la que os invito a acercaros para disfrutar de todos los que han participado.
En esta casa vivimos una navidad perpetua, gritó mi padre. Perpetua quiere decir para siempre. Y no exageraba. Él se ha ido. Y también es perpetuo. Tenemos un árbol con adornos, que vamos podando para que quepa en el salón. Cantamos villancicos antiguos y cada día comemos turrón y mantecados. Antes mamá se empeñaba en que fuera con mis hermanos a pedir el aguinaldo, pero la gente ya se reía al llegar la primavera. Ahora ya no lo hacemos. Estamos en navidad siempre, pero con la puerta cerrada, nadie lo sabe. O casi nadie, porque hay días que vamos con ella y desea felices fiestas a todo el mundo. Aunque estemos en la playa. Y la gente nos mira. Mi madre no se da cuenta porque está poseída. Por lo visto, si estás poseída no te das cuenta si te miran mucho y hablan bajito de ti. La asistenta social la quiere llevar a una curandera para que le saque el espíritu de dentro, pero a mí me da mucha penita que la dejen sin ilusión. Y a nosotros, sin sus villancicos. Si lo pienso, me da por llorar. No sé, a lo mejor es que el espíritu ya me ha poseído a mí también.
Con este relatillo he participado en La otra Navidad, un concurso de La Esfera Cultural (www.programalaesfera.blogspot.com), a la que os invito a acercaros para disfrutar de todos los que han participado.
Es muy bueno este microrrelato. Original el planteamiento de la posesión y cómo va ganando en afectos hasta terminar con esa pena del crío y la suposición de que también esté poseído por el mismo espíritu de la madre. Me gustó mucho.
ResponderEliminarAbrazos desposeídos de melaza navideña.
Bueno, yo ya he votado con eso del +1 en la web de la esfera. Que lo sepas.
ResponderEliminarMe encantó la progresión creciente de esa posesión, de esa demencia contagiosa que lo contagia todo, desde el principio al final.
Una genialidad de las tuyas, Miguelángel.
ResponderEliminarMe encanta.
Besos.
Me repito aquí en tu casa, tras volver de La Esfera. Miguel Ángel. Creo que deberías plantearte muy en serio relacionar todas las historias que tienes de ese patio de vecinos tan auténtico. Da para novela. Se que en ningún sitio dices que esta familia viva en ese mismo edificio... pero creo que es porque viven en el terrado, mitad en la tierra mitad en el cielo, con la estrella encolada luciendo perpetua.
ResponderEliminarUn abrazo. Estupendo de nuevo.
Un micro extraordinario, Miguelángel.
ResponderEliminarMe gusta esa ironía crítica con la que has vertebrado el texto. Es forma sedosa con la que nos deslizamos en la lectura, hasta conseguir enternecernos.
Enhorabuena por la publicación merecida.
Un abrazo,
Enhorabuena por la publicación. Me gusta la originalidad de ese espiritu navideño que toma posesión de la madre y la voz infantil que nos narra todo.
ResponderEliminarBesitos
Delicioso. El niño, la madre... el relato!!
ResponderEliminarun beso
deo
Creo que el tono es inmejorable. Lleva de la mano hasta el final, y permite ver la situación agridulce con ojos de niño. La sobreprotección, la "autoprotección" y el miedo a romper el carácter infinito de esa excepcionalidad... porque afuera llueven chuzos de punta. Yo creo que todos hemos vivido algún tipo de Navidad así, en algún momento de la vida.
ResponderEliminarMe gusta mucho cómo tocas los temas familiares, emotivos.
Abrazo fuerte.
Muy, muy divertido. Ya te lo comenté allí. Hay posesiones de espíritus más dañinas que otras, lo que no sé si las demoníacas o las navideñas. Un saludo.
ResponderEliminarDivertidísimo el relato y sus imágenes disparatadas y tiernas a la vez hace leer el texto con una gran sonrisa.
ResponderEliminarMiguel Angel, no se qué pasa, pero me hecho seguidora tuya y al principio te tengo en mi lista de lecturas y en días desapareces. Lo he intentado varias veces, voy a por la siguiente pero no se cuanto durará.
Ay, tu madre. Cuánto juego da, ;-)
ResponderEliminarAbrazos.
Hola Miguel Angel, le has dado la vuelta a la tortilla y has convertido las 24 horas de todos los días en una perfecta Navidad. ¡Qué original y qué bonita historia!. Esa madre se merece un premio. Muchos besos para tí.
ResponderEliminarMe encanta ese "él le obliga a hacer cosas que son de diciembre" creo que es el eje sibre el que gira toda la historia. Original.
ResponderEliminarEs genial este relato. Muy "poseído" por el espíritú de la navidad que se acerca, como ese final tierno de la mirada del protagonista que invade al lector. Muy bueno!!!
ResponderEliminaròscar
¡Caritifumíngulo Superb!. *Se trata de una nueva expresión de admiración que he tenido que inventarme tras comprobar que no existen palabras en la lengua castellana para describir correctamente este relato navideño para toda la familia.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLola, que tú me digas esto es bueno, es muy importante para mí.
ResponderEliminarNo sabía yo que se pudiera votar, Xesc. Gracias.
Qué generosa eres, MJ. Gracias.
Fer, me encanta eso que dices de que viven en el terrado. Probablemente, sí. De lo otro, iré pensando.
Me alegro, Pedro, que percibas la ironía.
Gracias, Elysa. Me gusta mucho verte por aquí.
Deo, así me gusta, tenerte cerquita, como tiene que ser.
Abrazos de corazón.
Susana, qué bien lo explicas. Es que mi familia da para mucho, créeme. Y ellos me hacen ser quien soy.
ResponderEliminarSi la posesión es consentida, Mar, no hace daño a nadie. Es dejarse llevar y ser feliz.
Sigrid, gracias por venir. No sé. A mí me pasan cosas parecidas con otros blogs a veces. Debe ser de Blogger.
Pues sí, Delia, me dejó archivos y archivos comprimidos para toda mi vida.
Las madres, normalmente, merecen ser premiadas sólo por serlo.
Maite, me gusta que destaques esta frase. Creo que dice mucho de la niña. Y de la madre, ni te cuento.
Gracias mil, Oscar, por comentar. Me alegro que te guste, de verdad.
Gracias, Anó, sé lo que te ha debido costar expresar lo que sientes.
Desde aquí, doy las gracias a todos los que han comentado en La Esfera.
ResponderEliminarAbrazos, para los de aquí y para los de allí. Y los que estuvieron en los dos sitios, pues ración doble o uno más largo, a escoger.
Me reoito con lo que dije allí:Me ha gustado, Miguel, es un relato tipo cruce extraño en el que el narrador termina como el personaje. Es cómico y triste, pero de gran ternura por parte del hijo. Ese arból que hay que podar y los villancicos en primavera. No deja de ser un grito de ¡basta ya! al falso espíritu navideño actual y una demanda de que el auténtico espíritu de paz y amistad se mantenga todo el año, no solo unos falsos días. Buen trabajo
ResponderEliminarComo te dije allí, Ximens, has dado en el clavo. Muchas gracias por pasarte también por aquí a comentar.
ResponderEliminarUn abrazo. Y Feliz Navidad.