Que cada tarde bajaba a esperar la llegada de las barcas con faldas
coloridas y mejillas coloreadas. Que cuando creyó verlo recortarse contra el
cielo naranja musitó, ahí está, y tomando impulso caminó sobre las aguas. Que
no saben si para que volviera a salvarla como la primera vez, o para hacerle pagar
por el dolor acumulado en su larga espera. Que mientras se hundía en silencio, con
la falda de vuelo bufada sobre el agua y sus huesecillos de estambre, pareció
un nenúfar entre las barquichuelas. Que pobrecita, cómo no, si yo era la viva
estampa de mi abuelo.
Esta acuarela de arriba, El Puerto, de Alvaro Peña, es con la que Cabopá nos conquisto para escribir insparándonos en ella. Esta fue mi propuesta, que finalmente fue ganadora por sorteo. Por lo que voy a recibir en breve esta otra acuarela de abajo, Una acequia de la huerta, del mismo autor; la que reposa, por poco, en las manos de esta murcianica guapa. ¿No es para estar contento?
Me gustan tus textos por la ternura que derrochan
ResponderEliminarUn pasaje que he visto perfectamente, hasta el aroma del mar recibí.
Besos
¡Qué bonita historia! me ha gustado un montón esa imagen de las faldas al vuelo convirtiéndose en nenufar.
ResponderEliminarSi enmarcas la acuarela no dejes de enseñárnosla. Un besote para tí y feliz semana.
Aniagua, cuánto tiempo. Además dan gusto estos retornos. Sé que te tengo abandoná y en breve lo soluciono.
EliminarEso está hecho, Laura. Y tanto que la enmarcaré. Me alegro que te guste la imagen, me costó redondearla.
Un abrazo para cada una.
¡Felicidades por el premio, Miguelángel! Un golpe de buena suerte para un relato lleno de amor.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, mucho.
Un abrazo,
¡Qué maravilla de texto!
ResponderEliminarChico, últimamente has sido tocado por la varita mágica de un hada buena. Me alegro un montón.
Que siga la suerte, Miguelángel.
Un abrazo.
Sí, Pedro, en este caso fue cuestión de suerte. Gracias por tu visita y comentario, amigo.
EliminarTe gusta, MJ? Me lo tomo como un regalo de cumpleaños, la acuarela y tu comentario.
Dos abrazos unisex.
Te lo mereces. Has sido muy afortunado y debes estar muy contento.
ResponderEliminarSeguro que le pondrás un marco bonito y buscarás el mejor sitio de la casa.
¡No se reciben premios de ese calibre todos los días!
Un abrazo fuerte amigo desde mi Librillo.
Fue la suerte, pero es verdad que el texto merece todos los adjetivos del buen escribir. Delicado y sutil con las palabras adecuadas. Esas mejillas coloreadas y esos huesecillos de estambre, me hacen ver la escena que dijeron...
ResponderEliminarGracias por tus piropos, amigo.
Besicos murcianos
Rosario, hija, te debo más de una visita. Muchas gracias por mantener el contacto. Prometo ponerme al día.
EliminarJo, Cabopá, qué buenas son tus visitas. Y no solo me alegran a mí. Todo el mundo las agradece cuando vas a sus casas, que lo sé.
Dos abrazos femeninos.
Como ya te dije...¡¡¡Eres un suertudo!!! y yo me alegro :)
ResponderEliminarBDA
Bellísimo! Tiene tanta poesía, se me vienen tantas imágenes. Los nenúfares de Monet.
ResponderEliminarUn abrazo!
Un suertudo orejudo, gordinflis y bigotudo!!! Di que sí, Rosa. En cuanto lo tenga te lo enseño para que te alegres más. Jajajaja. Un abrazo fuerte.
EliminarJo, con qué gran imagen lo has relacionado, Ana. Sí, quizá inconscientemente pensaba en ellos. Bienvenida al blog. Vuelve cuando quieras. Saludos.
Es para estar contento, sobre todo por lo bien que escribes. Un abrazo.
ResponderEliminarPreciosa imagen de la fragilidad humana Miguel Ángel. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Francesc, pero, tendrás tú queja, machote. Que últimamente ganándolo todo y por algo será.
EliminarLa fragilidad humana, certera interpretación. Gracias por comentar. Ya sé que habías venido otras veces. Me alegro de que sigas volviendo.
Abrazos.
Mira que me va gustando lo que cuentas pero se me escapa el final. ¿Qué relación tiene el narrador con ahogada, el marinero y estos con el abuelo? Problema mío, sin duda. No solo ganas concursos sino también sorteos. Eres un suertudo.
ResponderEliminarEl narrador es el nieto de aquel que fue marinero, y que un día salvo a la ahora ahogada. Al parecer es clavaíto a su abuelo, dijeron, tú.
EliminarNo te eches toda la culpa, Ximens, dame a mí una poquita.
Un abrazo, amigo.