Si me vas a tocar,
lávate las manos. Él lee la nota, lo hace y se acuesta a su lado. Ella ya está
dormida. Sueña con un río rojo, rojo sangre. En las dos orillas hay gente
llorando. Pescan sin sacar nada. Intuye que el río pasa bajo puentes que son refugio
de multitudes hambrientas. Metido hasta la cintura ve a su marido. Lleva
corbata y traje de firma. Sumergiendo los brazos, extrae vísceras del fondo,
escamadas de monedas. Limpia el dinero de cuajarones y lo va contando con voz
monótona pero clara, para meterlo en sus bolsillos. Sin levantar la cabeza. Ella
sigue río arriba y llega hasta su nacimiento, donde se halla a sí misma
esperándolo, sola ante el televisor, a punto de dormirse. De la pantalla brota
ese manantial encarnado que se derrama y le cubre hasta los tobillos. Entonces,
dando una arcada, resuelta se levanta, coge papel y lápiz y, antes de irse a la
cama, deja la nota a su marido. Por si la va a tocar.
Mi primera aportación a la 1ª jornada de la PRIMAVERA DE MICRORRELATOS INDIGNADOS 2013. Durante los tres jueves que vienen, habrá una oleada de indignación traducida en relatitos. Este es el segundo año y, como el primero, los impulsores siguen siendo Miguel Torija, de LA COLINA NARANJA y Rosana Alonso, de EXPLORANDO LILIPUT. Y se han sumado también como organizadoras, Anita Dinamita, de RELATOS DE ANDAR POR CASA y Rosario Raro, de PLIEGOS VOLANTES.
¡Guau!
ResponderEliminarEs patético lo que relatas, pero tan lleno de imágenes que dan ganas de vomitar, nada más pensarlo...
Besicos en y desde la alambrada.
Muy fuerte, visual y genial...
ResponderEliminarBesos indignados desde el aire
Cabopá, Rosa, las primeritas!!!! Madre, qué estres esta tarde, menos mal que me he dejado cosas hechas. Hoy toda la tarde de bureo....
EliminarMuy bueno Miguel Angel, una sucesión de imágenes muy nítidas que expresas con el talento y la fuerza de una pluma que no calla.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi alambrada.
Qué bueno, Miguelángel. Toda la atmósfera, lo que describes, las imágenes, todo es un retrato de lo que está pasando. Al principio me cayó bien la mujer, pero pensándolo veo que también está en el comemierda, de algún modo se lava las manos también. Será un buen relato en el libro. Yo quiero escribir como tú cuando tenga tu edad.
ResponderEliminarEs que nunca hay que callar, ni aunque parezca que no estás diciendo nada debes permanecer mudo, Laura.
EliminarPues no te fies de esa mujer, Ximens. Ella sabe perfectamente, como todas las Cristinas, como todas las Anas. Cuando tú tengas mi edad, Ximens, yo tendré la tuya, y espero hacerlo como tú.
Yo también, Ximens. Quiero escribir como él cuando me reencarne; mientras tanto, y en esta vida, celebro que el don le haya tocado a él.
ResponderEliminarTe quiero, Mària.
Si reacciona así es que... no sólo es un sueño.
ResponderEliminarSin embargo, algo me dice que ella está bien calentita en casa mientras él se llena las manos de dinero; algo me dice que no está dispuesta a dejarlo todo y que ese dinero, también a ella, le ha venido y le va a seguir viniendo estupendamente.
La sangre mancha. El dinero... no tanto.
Mària, cuánto tiempo sin verte aquí, que no ahí, ni allí, que será mañana. Has visto la que liamos con los micros? A que dan ganas de vencer?
EliminarEn realidad, Luisa, el título va más por ella que por él. La mierda de él es física sobre todo, la de ella, de conciencia.
Don Flores, experimentando en estilos para darnos bien en la sensibilidad. Creo adivinar que ese marido es político o banquero y que ella no quiere ni que le toque, como a muchos de nosotros nos pasa con los más subersivos de estos gremios.
ResponderEliminarMuy bien hilvanado.
Un abrazo, Don.
Sensación de asco, como la continua que nos generan nuestros políticos corruptos y de manos manchadas.
ResponderEliminarMuy bueno, Miguel Ángel.
Un abrazo.
Mira, de hecho, Don, se iba a titular El Banquero, pero luego pensé que para qué limitar la hijoputez...
EliminarSí, Isabel, hoy día, mires para donde mires. Todo el mundo que tiene cierto poder está aprovechándose de la situación de forma miserable.
Cuántas sensaciones despierta este cuento, Miguelángel. Como dice Luisa, ella está ahí, de alguna manera disfrutando de las comodidades que su marido trae con sus fajos de dinero a casa...
ResponderEliminarMagnífico relato. Enhorabuena.
Muy bueno, Miguel Ángel, sobre todo la forma en que inicia y finaliza, cerrando la historia.
ResponderEliminarSaludos.
Sí, en este como en muchos casos, tan culpable es el que lo hace como el que mira para otro lado mientras tanto.
EliminarGracias, José Manuel, qué bien que se luzca. Me costó un poco ensamblarlo. Ah, y bienvenido.
Muy buen relato Miguel Angel, cierto que entran arcadas, sobre todo al final, cuando retorna al principio y pide que se lave las manos, para no mancharse, no me extraña que tenga esos sueños que le atormentan.
ResponderEliminar¡uf¡ Miguel Ángel. Cuántas sensaciones provoca este relato. Es impresionante. Muy bien cerrado.
ResponderEliminarMuchos besos
Puri, esa gente no debe dormir bien, no. Rectifico, más bien ese tipo de gente duerme estupendamente.
EliminarMe alegro mucho de que te provoque algo, Elena, buena señal. Ojalá lo leyeran ellos y les provocara lo mismo.
Este es el primer micro indignado que leo hoy y, caray, ¡qué alto has dejado el listón, Miguelángel!
ResponderEliminarUn micro excelente, en el que la atmosfera lograda se pega al lector como un peso muerto en su espalda. Brillante la metáfora que actúa como mímesis de la realidad.
Un abrazo,
Buena metáfora del encarnizamiento de la casta canalla.
ResponderEliminarAbrazos muy indignados.
Pues habrás visto luego, Pedro, lo que se cuece en la alambrada. Tuve que buscar mímesis, gracias por lo que aprendo de ti.
EliminarDe la casta canalla y sus mujeres. De la casta canalla y sus maridos. Uno actua y el otro calla.
Desde luego has creado imágenes para provocar asco, eso buscabas supongo, asco de ambos personajes, él por lo que representa, ella por estar en el lado de los que mira, se aprovechan y no hacen nada.
ResponderEliminarMuy bueno tu micro, Miguelángel.
Besitos
La náusea! Lo consigues con tus palabras. Muy lograda esa sensación. Seres despreciables como los hay a miles.
ResponderEliminarUn abrazo
En un momento dado produce más repulsión los segundos, Elysa.
EliminarSí, este tipo de gente, en persona, no necesitan de visceras para dar asco, Mei.
Un abrazo a las dos.
Vaya, tus relatos indignados siempre tienen corrientes, esta roja es impresionante. No te puedo decir nada que no hayan dicho. Sólo que me ha costado un poco entender los personajes, la voz del narrador, pero igual es la hora...
ResponderEliminarUn abrazo indignado y de manos no sé si limpias o sucias, creo que a medias.
Aunque tarde llego a tu casa y leo este micro indignado tan potente y visual. Cuantos, cuantas se lavan las manos. Vergonzante.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Y bien lo sabes tú, Ana, que leíste Por El Desagüe en la presentación del libro. De lo otro, pues espero que fuera por la hora, aunque podría ser fallo mío.
EliminarEso mismo, David, cuántos se lavan las manos y cuántos se las tienen que lavar antes de acostarse.
Abrazos.
Duras imágenes de vísceras y sangre, necesarias para dar fuerza a la historia.
ResponderEliminarCuantas manos necesitan limpiarse, aunque el agua poco puede hacer en ellas.
Fuerte abrazo.
¡¡Qué asquito!!
ResponderEliminarFelicidades por la acuarela de Alvaro Peña, estarás muy contento, te lo mereces.
Un abrazo fuerte desde mi Librillo
Desde luego, Yolanda, hay manos que ni con agua bendita. De hecho, con esa, aún menos.
EliminarGracias, Rosario. Pues sí, ha sido una gran sorpresa. Sé qu tú también participaste. Me pasaré a leerlo.
Dos abrazos grandes.
pues sí, indignante! los que se ensucian las manos, los que miran para otro lado, los que no quieren ver... ¡y los que hacen cola para poder "pescar" en ese rio rojo! Agss, me duele el estómago.
ResponderEliminarUn beso.
Deo
Uf, qué fuerte, la verdad es que me cuesta creer que esa gente pueda dormir pero si lo consigue, desde luego, que le deseo sueños así de pertubadores.
ResponderEliminarUn abrazo y felicidades, eres un suertudo.
Inés
Ay, esos últimos, Deo. Los que hacen cola vienen por supuesto de no mirar. Y es una cola tan larga que no se ve dónde acaba.
EliminarEsta gente, Inés, y tanto que pueden dormir. A la gente sin escrúpulos no le quita el sueño ni el café.
Ha visto que suerte la mía? Y la que voy a tener contigo...
Dos abrazos, Deo, Inés.