Foto propia |
Después de quince años sin saber nada, sin que nadie supiera darme señales de ella; quince años que pasé primero buscando y esperando y luego intentando comprender sin dejar de esperar. ¡Quince!, y justo en ese momento me ofrecía claveles reventones en el semáforo donde estaba parado.
No dije nada, olvidé como se habla, la miré y ella no, desde su ofrecimiento rutinario no lo hizo. Estaba guapa, muy guapa, más de lo que el recuerdo la había embellecido con el tiempo. Se me hizo un nudo en la garganta, otro en el pecho y otro comenzaba a atarse entre las piernas. Me alejé con el coche sin tan siquiera decir no. Ella no miró, yo sí, todo el rato, y por el retrovisor al alejarme, y paré dos calles más arriba y la seguí mirando tan hermosa, con un delantal de tulipanes azules, cómo ofrecía, sin ver, claveles rojos. Azucena, balbuceaba yo, intentando comprender, sin hacer nada más. Allí plantado como un capullo, mirando y mirando sin entender. Bajé la radio, para oírme qué pensaba.
La busqué, todo el mundo sabe que la busqué, incluso cuando la dejé de buscar seguí haciéndolo. Y el día de mi boda también la esperé entre el bullicio; y en el entierro de su padre, pero no, no apareció. Tampoco lo hizo cuando se la requirió desde el juzgado para no sé qué trámite hereditario. Nunca supe de ella hasta ese momento en el que no acerté a reaccionar.
Decidí volver a pasar con el coche y así, quizá, con la euforia del reencuentro invitarla a comer y escuchar cuanto tuviera que contar. Pasé tres veces antes de que el semáforo decidiera coincidir conmigo. Ya parado a su altura, le busqué la mirada, pero no se dignó a mirarme, ni yo a hablarle; metiendo la primera pensé “no son horas de invitar a nadie a comer”. Eran las seis y media de la tarde.
Volví al mismo lugar de antes. Subí la radio, bajé del coche y la observé apoyado en él, ya sin disimulo. Empezó a sonar esa bachata de moda: Es por culpita de esa manía, que sigo yo atrapado… Ideé algunas excusas más para abordarla, que tampoco me convencieron. Ella miró hacia donde yo estaba en algún momento pero creo que no me veía; el sol ya estaba bajo y lo tenía a mi espalda; pero yo le sonreía por si acaso. …y van dejando su rastro, su aroma sobre tus sienes… Pasó más de una hora y la canción sonaba por tercera vez. En la calle casi no quedaban coches, ni a mí motivos para no ir a su encuentro. …dilo, di que no sabes volver y me vuelvo yo contigo... Imaginaba como la zarandearía cogiéndola por los hombros y, entre la lluvia de claveles rojos que escaparían de sus manos, reprocharle a voces los quince años pasados. …dejaste prendido en mi almohada el olor de tus cabellos… Otra opción, aunque igual de cinematográfica, sería abrazarla y llorar contra su pelo y dejarme resbalar hasta caer de rodillas cogido a su delantal. …que sin buscarlo sigues tú siendo, la dueña de mis sueños… Eso sí, al ser éste estampado de tulipanes, esta secuencia tendría un aire más centroeuropeo, más de cine de autor.
No logro saber qué ocurrió después, no lo recuerdo. No sé por qué escena me decanté finalmente. O si opté por la improvisación sin más. Sólo puedo decir que me acerqué a ella temblando, tiritando diría mejor, con un vértigo nuevo en el estomago; que sentí el olor a clavel, a tulipán, a azucena; que la agarré de un brazo y me miró; que la voz no me salió sola, que la tuve que empujar para decirle: vamos, ya va siendo hora de cenar.
No recuerdo nada más, de verdad, lo juro. Lo siguiente ha sido oír esta mañana el susurro somnoliento de mi mujer diciendo: anoche llegaste muy tarde y cuando me besabas, tu boca sabía a flores.
Este fue el relato ganador del mes de enero en el III Concurso Internacional de Relatos Radiofónicos EN DIAS COMO HOY de RNE
Felicidades!! Me ha gustado perderme contigo en el mundo que tan gráficamente has dibujado con palabras. Un placer leerte.
ResponderEliminarUn abrazo
Miguel Angel, me ha encantado este relato. Y como una cámara nos acercas el zoom y luego lo retiras, y nos salpicas de colores y luego de gris duda...y siempre los recuerdos, porque los seres humanos no somos mas que eso, memoria y sueños. Yo siempre miro, y algún día se que también encontraré a mi Azucena, y la miraré, y quedaré atenazado por el olvido, y no diré nada y seguiré mi camino cabizbajo...
ResponderEliminarUn abrazo
Miguel Angel, qué relato más bonito, más romántico, más fresco, más visual. Desde aquí puedo oler las flores. Es un relato ganador, no hay duda. Enhorabuena, aunque fuese en enero, total hace tan solo tres días, uno de primavera, otro de verano y otro de otoño. Nunca pasa el tiempo para los buenos relatos. Un saludo
ResponderEliminarPaloma, el placer es mío (y no es un cumplido de esos horteras), es un placer que tú te hayas podido perder en un mundo dibujado por mí.
ResponderEliminarGracias, Paloma.
Xavi, qué bien describes las sensaciones. Si no tienes Azucena, te la mereces, te lo juro.
Acabo de leer tu Rebelión, genial, Xavi. Enhorabuena, company.
Gracias, Mar, por tus palabras. Jo, y en tu comentario lo de "buen relato", sabe a paté del bueno, nada de Piara. Un abrazo.
Me gusta cómo describes la obsesión o el anhelo del protagonista, y el vaivén de recuerdos utilizando el automóvil que se detiene para mirar por el retrovisor, como todos esos años que vuelven de golpe.
ResponderEliminarSólo me da pena la señora, ¡las marujas siempre salen mal paradas!
Besos
Hummm¡¡¡¡¡¡¡¡¡me llega el olor a flores, sobre todo a margaritas.
ResponderEliminarPrecioso, me lo "quedo" como un regalo de cumpleaños.
Gracias
Anònima
Desde luego dominas el arte de la nostalgia como nadie.
ResponderEliminarVaya vuelta la pasado y retorno al presente.
Y esas flores que aparecen aquí y allá.
Estupendo. Sin peros.
Felicidades!!!
Enhorabuena!
ResponderEliminarUna vez más, nos haces partícipes de una historia donde nos llevas de la ternura al drama, de la ilusión al desconcierto, del ayer al mañana.
Un abrazo!
De forma imprevista siempre me acabas sobrecogiendo en un sentimiento muy marcado. En cada historia que nos cuentas. Eres un autentico sentimental y me encanta porque en esos recuerdos y esa nostalgia de lo que fue y no fue he visto reflejadas mis esperanzas con mi Azucena. Sólo que con final triste. Tirando a película de Irán.
ResponderEliminarSaludos
Para el frío, nada más cálido que unos tulipanes en un delantal y unos claveles reventones acunados contra el regazo.
ResponderEliminarEnhorabuena, Miguel Ángel.
Mil abrazos.
Susana, qué buena la imagen del retrovisor, no lo había pensado. No te preocupes por la mujer, un día contaré su historia...
ResponderEliminarUn abrazo.
Anónima, tómalo como tal mientras tanto, pero te debo uno.
Un beso, corasón.
Gracias, Fernando. Me alegro que te haya parecido bueno sin peros.
Un abrazo, pensador.
Jo, Mónica, tal y como lo describes parece que tenga más calidad. Me han dado de leérmelo otra vez.
ResponderEliminarUn besazo (qué gracia, siempre hablas después de él)
Qué bueno, Xesc, una película iraní, que también se las traen. No pierdas la esperanza, tú ve regando la Azucena, ya verás cómo florece.
Un abrazo.
Gracias, Lola. Me encanta verte por aquí.
Tengo pendiente tus Malas Hierbas, no crea que me dan miedo.
Un abrazo, Sanabria.
Enhorabuena, Miguel Ángel por este precioso relato. ¡Cuántas emociones despiertas!
ResponderEliminarSiempre es un placer pasarse por aquí.
Besos.
Placer el mío al recibir tu visita, no te quepa duda.
ResponderEliminarMe ha halagado tu comentario, Sara. En serio.
Un abrazo.
Un placer acercarse a este blog, en donde se disfruta de las letras bien puestas.
ResponderEliminarAl son de esta canción, nos introduces en la piel del personaje, con sus dudas, sus idas y venidas, sus sentimientos...
Me gusta.
Recibe mis saludos.
Anna, gracias por tu visita, por tus palabras. Ese "letras bien puestas", me ha llegado al alma, o más. Gracias por la valoración que haces de la escena y el personaje.
ResponderEliminarUn abrazo, Anna.
Por cierto, intenté hacerme seguidor de tu blog, y no hay forma, no?
Yo te diré Miguel Angel, que para mí, más que tus letras, son tus palabras completas las que se ordenan en secuencia para terminar con una frase " tu boca ¡sabe a flores! " encantadora.
ResponderEliminarUn besito
Frase encantadora, aunque encierra un final trágico. Pero sí, suena dulce.
ResponderEliminarTambién suena bien: te voy a cubrir de oro, salvo que sea literalmente y de oro fundido.
Un abrazo, Laura.
Que grande Miguel Angel!!!! Simplemente me ha encantado, que placer poder disfrutar de tus relatos, miralo... que escondido tenias este talento tuyo!!!
ResponderEliminarUn besazo
Patricia, qué alegria verte por aquí. Me alegro que te guste. Sí, es verdad que nunca hemos hablado de esto. Aunque bueno, viniste a ver "La Vida Que Bailo", alguna idea tenías...
ResponderEliminarBueno, quiero que ahora no me pierdas de vista por aquí, que fuera de aquí es seguro que no nos perdemos ninguno.
Un abrazo, Pati.
Miguel Ángel........ esto me suena...jejeje Me encanta!!! Qué bonito perderse en tu mundo de vez en cuando creyéndose uno protagonista de tus historias. Qué bonito el pensar que los recuerdos.... recuerdos son, buenos y malos, pero forman parte de nuestra historia. Y con ellos podemos seguir soñando en que en alguna parte, "nuestra Azucena" sigue estando ahí...aunque raras veces se le vea venir y cuando menos te lo esperas te sorprende en tu vida. Un beso graaaaande
ResponderEliminarJo, Cristina, es que no había visto este comentario tuyo.
ResponderEliminarEs lo bueno que tienen los recuerdos, que siempre los tenemos al alcance. Y tranquila, hermosa, que tu azuceno viene de camino.
Un besazo con abrazo.
Como me gusta este relato Miguel Angel, no me canso de leerlo una y otra vez. Me encanta tu delantal de tulipanes, el no parar de buscar aun cuando has dejado de hacerlo, los claveles reventones del semáforo,el final... Que maravilla, fresco, aromático. Me ha llegado una brisa suave con olor a flores y nostalgia.
ResponderEliminarPaly, me encanta que comenten sobre relatos anteriores, porque indica que siguen vivos, que es cómo están. Me alegro resaltes todo eso. El final, el final a mí me gusta muchísimo.
ResponderEliminarUn abrazo, Palyli.