Al principio siempre se lo toman a broma, y cuando ven que va en serio, ya no pueden hacer nada. Mi madre los trata muy bien y, mientras beben, les habla con mucho cariño. Nosotros, debajo de la mesa, no aguantamos la risa cuando se empiezan a quedar como tontos. Y les pellizcamos las piernas al ver que ya no pueden moverlas. Me gustan esos días, son divertidos. Me chiflan sus caras cuando despiertan, y quemar la ropa. Pero, sobre todo, que mamá nos guarde a los más pequeños las orejas, y que las fría mucho para que crujan.
Foto del concurso |
Este relato ha obtenido el TERCER PUESTO en el concurso de En 99 palabras, de Miguel Ángel Molina. Lo que más ilusión me hace es que en esa posición lo han puesto el resto de participantes, compañeros de blog, escritores, amigos muchos. Además, como yo he votado también, sé lo difícil que ha resultado y he visto el nivel que había de calidad. Así que..., me tiemblan los dedos. Muchas gracias, Miguel, muchas gracias a todas y todos.
Voy a hacerme otra tila.