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Al estallar la
vajilla entera a un tiempo, corrimos de la cocina al salón. En ese momento la
tele explotaba como un obús, panorámico y de plasma. Espantados, huimos de
nuevo, ahora hacia las habitaciones. Las camas habían desaparecido, tragadas
por un suelo que ya tampoco existía. Fue difícil atravesar el largo pasillo,
que se desmoronaba como un puente levadizo. Al final, volvimos a encontrarnos todos en el baño. Cada cual se acomodó
como pudo. Llevamos aquí tres meses. Nadie se atreve a abrir la puerta del lavabo.
No hacemos otra cosa que mirarnos unos a otros. Salvo cuando alguno quiere
hacer sus necesidades, que entonces nos damos cortésmente la vuelta y cantamos
bajito para que no se oiga nada.
Relato finalista de diciembre en La Microbiblioteca, en la categoría de castellano, junto a otros de escritores que admiro y aprecio; como Nacho Rubio y Rafa Heredero.
Con esta mención vuelvo a tener ya asegurada mi presencia en el libro que se edita anualmente con los ganadores y finalistas del concurso. Ay, qué gusto.