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Imagen de la red, tuneada. |
Marisol se levantó tarareando. Aunque no era propio de ella,
que se despertaba siempre enfurruñada con la vida. Se duchó, se puso crema
hidratante, insistiendo en los pechos. Escogió ropa de la comprada la semana
anterior y se maquilló, discretamente según ella. Una vez peinada, y con unas
gotitas de perfume, se miró y a su cara le dijo: te quiero más que a mí misma.
Y se echó a reír a carcajadas desproporcionadas, más por la emoción, que le rebosaba,
que por la ocurrencia. Ese día no iría a trabajar, se lo había tomado libre
porque tenía cosas más importantes que hacer. Antes de salir la llamó su madre
que insistió en acompañarla, porque si la primera tuvo que dejar que se encargara
el padre, en esta ocasión quería estar ella presente porque sí y no se hable
más. Por el camino recibió las miradas de siempre, pero esta vez no pareció
notarlas. Y al llegar a la puerta ya estaba allí esperándola, con un ramo de
flores variadas en la mano. Ella no pudo evitar un puchero fugaz al verlo, y su
madre una llorera profunda al entregárselo. Permanecieron un rato en la acera
abrazadas, diciéndose palabras que no acababan de pronunciar, intercambiando
pensamientos que no necesitaban articularse. Luego, ya más tranquilas, con el
carmín ajeno borrado de las mejillas y los senderos del rímel eliminados,
recompuestas y con el orgullo de nuevo en su sitio, entraron al reino de los archivos grises. Esperaron su turno sonriéndose
cada poco. Y cuando les tocó, Marisol, que debía pelear dos veces por la
igualdad, puso sobre el mostrador que
separaba el mundo registrado del real, los documentos tantas veces repasados y ordenados. Aquí
tiene, le dijo al funcionario de los juzgados, ahora sí, póngame por fin el
nombre que mi madre eligió para mí y que la naturaleza, en un lapsus, trocó por
el de mi padrino.
Relato con el que participo en la convocatoria de #historiasporlaigualdad de ZENDA. Si te apatece, el plazo finaliza el domingo, 12 de marzo.
El 28 de junio le doy a este texto una segunda oportunidad, porque lo vale, con #historiasconorgullo