Imagen de la red, tuneada. |
Simona sale cada mañana con un vestido nuevo de igualdad, estampado
de razones y derechos. Pero conforme pasa el día, la tela va perdiendo su color.
Se destiñe con ese roce continuo que discrimina, con esa pasividad que despinta
y amarillea. Sin poder evitarlo ella, se le descose el dobladillo de pura
misoginia. Le rompe las costuras tanta violencia. Cada abuso es una mancha que
no se quita; cada asesinato, un jirón sobre su ropa. Cuando llega la noche, camina
vestida con unos harapos descoloridos que desconsuelan. Y al entrar en casa,
tan muerta, ya solo lleva encima andrajos. Sucios. Andrajos completamente
sucios de diferencia.
El otro relato con el que participé en ZENDA, en la convocatoria #historiasporlaigualdad.
Y así cada día, sin duda. Ser mujer es una lucha por la que aún luchan muy pocas. Qué mal nos educaron, en nuestras manos está que esto cambie.
ResponderEliminarMiguelAngel me llenaron tus letras y me senté a sentirlas
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