El pasado mes de febrero CUENTOS PARA EL ANDÉN convocó un concurso exprés, 7 x 500. Yo envié a CLARISA, y toda ella quedó finalista. Junto a ella también lo fueron micros de amigas como Paz Monserrat, Yolanda Nava (imparables las dos) y La Rueca de Aurora, entre otros. El ganador fue Carlos Pitillas, con NACIMIENTO.
Y aunque CLARISA es un relato que ya estuvo aquí en el blog, lo traigo de nuevo para aquellos que no lo vieron es su día. Por eso y porque ella se lo merece.
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Foto Casera |
CLARISA
Clarisa es larga como un destello inverso que saliera de la
tierra, pero no lo parece. Si te cruzas con ella y no te fijas, ni lo notas. Y
si te fijas, tampoco. Porque la luz que irradia no ocupa lugar, va hacía arriba
como el vapor, como los buenos deseos que no se ven. Y llena de lo mejor de sí
misma el espacio que va de ella al cielo, al infinito, porque le pertenece. Y
viceversa. Lleva sombrero cuando quiere, y cuando no quiere, no. Sonríe sin
motivo visible, pero lo tiene. Y su falda se extiende hasta sus tobillos, o
más, o menos. Lleva un bolso enorme, donde guarda la vida de tres meses antes y
tres meses después del día en el que vive. No está sola pero, a diario, escoge
vivir sola a diario. Por la noche mira caerse la luna por los lados de su cama,
hasta que se duerme.
Pero una tarde naranja de otoño se cruza con él en el camino
que lleva al granado. Él, desde lejos enseguida ha percibido el no acabarse de
esa muchacha de luz. Aun cuando no ha llegado a distinguirle el rostro, decide,
porque ya lo sabe, que la ama. Ha comenzado a hacerlo como si fuera un
chaparrón que llega a mitad de camino. Una tormenta que descarga sin esperarlo
en medio de un día de sol. Y se acerca a ella dando gracias a la vida por ese
temporal. Y ella, que vive sola porque lo elige, le dice, ni sonriendo ni no,
qué estás mirando. Toda esa claridad bajo este aguacero, piensa él. Pero,
empapado, contesta, nada, creí que te conocía. Y es cierto, dice ella, pero aún
no nos hemos visto. Nos estamos pensando todavía.
Esa noche ella vacía su bolso para dejar espacio y recoge,
pensando que para siempre, la luna desparramada en su cuarto.