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Te miro desde aquí y quisiera hacer que te airearas. Tal cual. Literalmente. Por dentro, sobre todo por dentro, que volaras. Conseguir que fuera la brisa, y no el oxígeno, la que invadiera tus orificios. Que el viento sea y no otros el que te peine por las mañanas. Sí, sería bueno, de una vez por todas, abrir esta ventana de llave custodiada. Que abandonaras por ella esta cárcel esterilizada, ese goteo sin final. Yo pondría, ahora mismo, todo mi empeño en que entrara un huracán sin otra víctima que no seas tú, un ciclón donde el único cataclismo sea tu ausencia. Un vendaval que te lleve, con una risa loca, por encima de las azoteas. Dejando para siempre, como las conchas en la orilla, como un caracol vacío, esa cama sin habitante.