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Aunque en casa se empeñaron en ocultármelo, pronto supe
que soy un monstruo. Desde que los descubrí al otro lado, siempre los observo.
Sueño con hacer deberes como ellos, con dormir sin frío, con llorar por algo, sonreír
por nada. Cómo desearía que el escondite fuera solo un juego, no una condena.
Todos los niños saben que existimos. Todos. Y conocen de
sobras dónde nos ocultamos. Pero nunca se asoman solos. Siempre se esperan a
que haya algún adulto con ellos para hacerlo. Hasta se dejan convencer, por esa
noche, de que tan solo nos están imaginando. Y un día crecen y dejan de creer
para siempre en nosotros, rompiendo así cualquier posibilidad de comunicarnos.
Si no lo creo, no lo veo. Así es para ellos.
De todas formas, yo no pierdo la esperanza de que alguna
vez un niño se atreva, antes de que lleguen sus padres, a mirar bajo la cama, en
el armario, tras la puerta o en ese rincón oscuro, y me descubra al fin. Si eso
ocurriera, me hallará preparado para tirar con fuerza de su mano, de su pierna,
de su ropa, y saliendo de mi escondite haré que, entonces, le toque a él.
Relato SELECCIONADO junto a otros seis de otros tantos autores en el mes de junio en Esta Noche Te Cuento, cuyo tema era "Monstruos". Los siete, así, tienen acceso a la Final Anual y se reservan ya un puesto en el libro que se edita cada año desde Cantabria. Ello con el empeño y el esfuerzo, claro está, de Juan Morán, el mago de San Vicente del Monte.
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