Después de rezar una oración, no hubo nadie que le despidiera
con un beso. Antes de que cerraran la caja, tomó todo el aire que pudo. Como le
habían indicado, no se movió en absoluto durante el trayecto. Cuando alguien levantó
la tapa, no pareció reaccionar. Tuvieron que sacarlo. Lo desplegaron como si
fuera una marioneta de ventrílocuo. Y aunque no entendía qué decían en ese
idioma extraño, y sus voces sonaban a rabia contenida, no pudo evitar sonreír
al pensar que había logrado llegar al otro lado. Pero nadie pudo apreciar su
sonrisa. Nadie porque era cierto, había llegado al otro mundo.
Microrrelato con el que participo en LA PRIMAVERA DE MICRORRELATOS INDIGNADOS 2016. Evento organizado, como siempre, por Miguel Torija, desde su blog LA COLINA NARAJA. Desde este ENLACE podéis acceder a la entrada en la que aparecen todos los relatos participantes de esta edición, dedicada a los REFUGIADOS.
Gracias, Miguel, por tu esfuerzo.
Triste y conmovedor, Miguelángel siempre con tu prosa tan bien acertada...
ResponderEliminarBesicos, amigo
Hablando de malos viajes... y de malas llegadas. De eso hablamos
ResponderEliminarTremendo lo que estamos permitiendo. Nuestro ministro del interior, beatón y del Opus, diría que ese terrorista quería entrar haciendo el muerto. Maldito. A ver si el 26J...
ResponderEliminarUauuu!! Tremendo. Esa sonrisa final congela.
ResponderEliminarUn abrazo
Uauuu!! Tremendo. Esa sonrisa final congela.
ResponderEliminarUn abrazo