Ilustración de Paloma Hidalgo |
Yo vivía el asombro de los seis años cuando vi un hombre
negro por primera vez en mi vida. Me quedé muy serio y pensativo. Enseguida di
por seguro que nadie le podría dar jamás un beso en la mejilla. Si lo hacían,
se le cuartearía lo oscuro como si apretaras con el dedo un donut de chocolate.
Era una imagen clara dentro de mi cabeza. Cavilaba sobre ello, cuando me sonrió
de pronto, y estuve tentado de correr antes de, empezando por las comisuras de los labios, verlo desconcharse
entero ante mí. Pero no, con incredulidad fui testigo de cómo la cara le volvía
a su estado liso, sin una sola grieta en los mofletes.
Ahora que soy adulto, y el asombro no me ha abandonado
del todo, cuando los veo como cazados en la alambrada, en las embarcaciones que
arriban llenas de ojos o al encontrármelos buscando futuro en contenedores de
basura, de inmediato me centellea aquel instante desde la niñez, aquella
perplejidad mía, aquel no resquebrajarse suyo.
Relato con el que participé en Esta Noche Te Cuento en el mes de noviembre y que llegó a ser mencionado. El tema era la migración. Clicando AQUÍ puedes ver el resto de ganadores.
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