Imagen tuneada de la red |
Un corazón de lana y acero comenzó a latir
rítmicamente en el pecho de Matías. De acero gris rabia y lana trémula
deshilachada. Aún caminó unos metros más sin llegar a girarse. En la sien, sístole
de coraje, diástole de temor. Pero alguien tiró con tanta fuerza de la mochila
que llevaba a la espalda, que hizo que perdiese el equilibrio y cayera al
suelo. Desde abajo miró uno a uno a los que jaleaban y reían. Entonces, lenta,
muy lentamente fue levantándose. Cuando estuvo de pie, el niño medía más de
tres metros. Mucho más. O así lo recordaron de por vida aquellos que recibieron
su merecido.
Segundo intento en esta temporada de Relatos En Cadena. En esta ocasión no pasé a la final mensual. Seguimos, que será a la tercera.
Muy buen relato. Felicidades. La final mensual se te habrá escapadado, pero para mí ha sido un premio el leerlo.
ResponderEliminarUn saludo
Por suerte, es algo que ya me queda para siempre. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Es una maravilla. Muy Flores, muy Miguelángel. Muy tú. Siento que el premio sea solo para nosotros: tus lectores.
ResponderEliminarUn abrazo y no te rindas, que mereces llegar.
Ahí, sigo, ReCompañera. No me rindo porque en definitiva se trata de escribir, que es lo que de verdad me lo llena todo. Un gran abrazo, Yolanda.
EliminarNo sé si se envió el comentario....
EliminarNo, no se envió. Decía que... ¡así se habla! De todos modos, algún día caerá. Seguro. Besos.
EliminarBuenas tardes Miguelángel, qué alegría haber dado con tu blog. Enhorabuena por el contenido que compartes. Un saludo!
ResponderEliminarMuchas gracias, Andrea.
ResponderEliminarUn abrazo